miércoles, 10 de junio de 2009

generalmente los recuerdos de mi infancia, por fortuna, son muy agradables. Esta semana al leer unos artículos sobre el amor y su duración no puedo evitar recordar una imagen de cuando era muy niño pero que viene a mi mente con mucha claridad. Recuerdo una de las tantas fiestas que se hacían en la hacienda donde pasé los primeros años de mi vida; y que nosotros aún llamamos 'La Casa Grande'. Los niños teníamos prohibido estar presentes en este tipo de eventos, por obvias razones, sin embargo yo me las arreglaba con la complicidad de mi nana para espiarlas desde cualquier rincón. Así era como mi mundo se concentraba en aquel inmenso salón de ventanales altos, cortinas granate, el piso como un tablero de ajedrez gigante , mesas de reluciente blanco que contrastaba con el arreglo de orquídeas en su centro, los mozos haciendo una torre con copas de champagna con sus guantes blancos y otros corriendo de un lugar a otro disimuladamente, los señores vestidos como 'pinguinos' , extrañas pero bellas mujeres con vestidos muy largos y elegantes. Yo sabiendo como era eso, horas antes, al mismo tiempo que mis padres se preparaban yo también lo hacía pero en silencio. Le pedía a mi nana que me dejara vestir el traje azul marino que no era más que una chaquetita con pantalones cortos, camisa blanca y una pajarita del mismo color azul, me peinaba, perfumaba y me untaba gomina en el cabello, tenía el afán de verme como esos señores.Así que ya vestido para la 'ocasión' corría al altillo del salón, donde tenía una vista cercana de la pista de baile y la orquesta, para mi las máximas atracciones, oculto tras los inmensos arreglos de flores que me hacían estornudar a veces, me sentaba y me dejaba hipnotizar por todo ello, con cada compás de la orquesta, ver bailar a todos eses señores desconocidos, el olor del tabaco mezclado con licor y perfume de mujer. Pero el momento cumbre de todo esto, que hacía que mis desvelos no sean en vano, era aquel en que la orquesta hacía un paro, el director parecía contar 'uno, dos, tres...' y se empezaba con un solo de guitarra, como desgarrándose, era tiempo del bolero. Entonces me concentraba en un elegante señor, alto de bigotes y cabellos canos que tomaba la mano de una fina y menuda señora de cabellos canos también, se la tomaba como inclinándose y rogando que accediera al baile. Ella aceptaba y se unían al resto en la pista de baile. Sin embargo esta pareja brillaba con luz propia por sobre los demás, se les veía diferentes, eran diferentes. Con cada compás se percibía la compenetración y unión de esas dos almas. El la llevaba muy bien, la rodeaba por la cintura como sometiéndola pero con suavidad, acariciándola, ella se rendía aferrándose a su espalda, posando por momentos su mano fundida a la de él en su hombro y sus mejillas se juntaban cómplices. El susurraba a su oído, no sé que cosas pero ella sonreía coqueta y dulcemente como aceptando, luego se fundían las miradas y todo ello, al compás de un bolero que al finalizar el buscaba sus labios para besarla suavemente y ella se rendía. Todo se interrumpía con el estruendo de los aplausos de la gente que había dejado de bailar para apreciar el espectáculo de la menuda dama y el caballero de cabellos canos. Esos fueron mis abuelos y el amor y también aplaudía.
Muchos años después para el segundo aniversario de la muerte del caballero de bigotes y cabellos canos; mi abuelo; tuve una charla con la fina y menuda dama; mi abuela. Estábamos solos en el chalet frente al mar y le conté toda la historia, ella parecía como perdida en el tiempo y la inmensidad del mar, hacía calor, la brisa sofocaba agradablemente y su mirada no se apartaba del mar y le pregunté:- ¿Lo extrañas mucho verdad?- Luego se me vino el arrepentimiento por interrumpir su rictus solitario.-Si, pero no de la manera como piensas.-¿Entonces cómo?- Repliqué curioso.Seguía mirando el mar, parecía sonreír ahora y cerró de una golpe su abanico para decirme:- Fuimos muy afortunados y felices, por sobre todo, porque lo vivimos todo intensamente. Y aún lo sigo haciendo así de vieja pero no con dolor ni angustia sino con amor. ¿Y sabes por qué?- Se volvió hacia mi para preguntarme y su sabiduría trascendía.- Claro, no lo sabes, mucha gente no lo sabe y por eso termina como termina.- Y volvió a perder la mirada en el mar, después de unos segundos continuó.-Hoy en día y por siempre he visto como los amantes se pierden en exigencias, en reclamos mudos y hablados. Piensan que una pareja es como comprar un objeto que por siempre lo tendrán. Muchos eligen a su compañía diciendo 'lo quiero para padre o madre de mis hijos' como si el matrimonio fuera sólo una maquina de hacer personas, esas mismas personas que te confinarán hasta el último de tus días en un asilo. Y eso de 'lo quiero para...' es muy egoísta. Tu abuelo y yo jamás hablamos en singular. - Yo escuchaba en silencio como quien esta recibiendo el saber de los dioses y ella seguía.- El amor se desgasta, el amor se cansa, el amor se agobia, el amor muere pero también florece, se construye, se renueva, se hace fuerte y revive. No te creas que la vida entre nosotros siempre fue risas y flores. Vivimos tragos amargos muy amargos, nos peleamos, separamos y lastimamos pero siempre terminamos juntos y más unidos que nunca. Todo eso porque antes de ser marido y mujer, fuimos amigos y cómplices, amigos, amigos y cómplices. ¿Me entiendes?. La entrega era mutua, sin miedos, sin pedir nada a cambio así somos uno sólo aún. Hoy se pelan, se sacan los ojos, se reclaman se revuelcan con otros y otras para volver a sus casas y tener ese cuadro divino de mujer, esposo e hijos, año tras año y mirando como se les va la vida misma sin vivirla realmente porque viven en la fantasía eterna del matrimonio. Soportando al mismo hombre y misma mujer día a día en una rutina que los convierte en cadáveres del alma. ¡Qué triste!. Vivir a plenitud no es hacer un cuadro de vida con final feliz, nunca sabrás el final, vívelo como está pero vívelo. Con el tiempo aprendes a exigir y ceder cuando se debe. Pero se eso mi querido hijo, se aprende con la vida misma. Y no hay que tenerle miedo a la soledad porque al final es muy cierto eso de 'mejor solo que mal acompañado'.- Yo volví ahora a perderme en la inmensidad del mar.El sol se ponía mas fuerte y sus rayos reflejaban en océano, las olas retumbaban desahogadas y serenas. El calor era intenso y yo estaba como en trance después de escucharla. Ella se veía inmutable pero con una dulce sonrisa en sus labios se notaba su felicidad aquella tarde de verano.-Ayúdame a pararme por favor, vamos entremos que ya hace mucho calor aquí y quiero mostrarte algo.- Lo hice con cuidado y con amor, era un placer verla así.Entramos al living y me pidió que le alcanzara lo que parecía una maleta y en efecto era como una valija de caoba con un delicado cerraje de bronce y tenía labrada las iniciales de mi abuela. - Déjala sobre la mesa que yo me encargo, ahora ve y sirve unos lemonchelos que me ha dado sed.- Lo dijo enérgica pero siempre dulce.- ¿Pero abuela no te hace mal el licor, que dijo el médico? le dije en broma y ella saltó diciendo : ¡Obedece! que ya estoy vieja y me importa un comino los médicos que me muero mañana si no es esta noche, ¡Ve!.Cuando regresé al living me quedé absorto, la valija de caoba se había convertido en un tocadiscos viejísimo. Ella maniobraba el aparato con suma destreza como si fuera un juguete de toda la vida, me enterneció totalmente.- Yo sé cual es ese bolero que nos viste bailar a tu abuelo y a mi en esas fiestas en la Casa Grande.- Mientras sacaba un disco de vinilo, lo colocaba y verificaba que todo esté en orden, soltó la aguja y fue entonces que volvió ese solo de guitarra a desgarrar todo el ambiente, era mágico, todo volvió a mi, todos esos recuerdos. Ella se volteó para pedirme su copa de lemonchelo y decir :- Escucha, cierra tus ojos y abre tu corazón, busca allí en esos recuerdos y verás el amor ¡Salut! - su voz era tan dulce, como no hacer lo que pedía la fina dama de cabellos canos. Así volví a recordar todas esas sensaciones, ella se había asomado al ventanal para ver el mar y saborear en paz su copa, su amor y su vida. Respeté su silencio.- 'Sabor a Mi' así se llama ese bolero, nuestro bolero- Y se volvió a mi para regalarme un beso y una caricia.- Ésto es de lo que te hablo, mi querido niño, del amor que sí es eterno, ya que pasarán mas de mil años, muchos más, yo no sé si tenga amor la eternidad pero allá tal como aquí en la boca llevarás sabor a mi...


de rammsesego.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. me encantó tu historia, es uno de mis boleros favoritos, buscalo en youtube interpretado por Mina. Grandiosa!!!
    voy a seguir buceando en tu blog
    Cecilia

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  2. me gustaria saber quien escribió este cuento, no encuentro el autor, ni el propietario del blog, lo tomé prestado, espero no te moleste

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si no habansamos retrosedemos.. sueños fuese de mi fuesza